Oh memoria mía, tiemblas.
Saliste temprano y sin abrigo
a visitar a tus viejos maestros,
los crueles maestros
y sus monos mascotas.
En algún punto te equivocaste de camino.
Conociste un ejército de días grises,
un ejército fantasma de años en marcha.
Debió ser la mierda que te sirvieron,
el agua sucia que te hicieron beber.
Te encontraste de nuevo en esa calle
dentro de esa estrecha habitación
con una ventana llena de polvo.
Afuera nevaba como en un sueño.
Estabas enfermo y en cama.
Todos se habían ido a trabajar.
La anciana ciega de la puerta de al lado,
a cuyos suspiros y pies arrastrándose dabas la bienvenida,
había muerto en el verano de forma misteriosa.
Escuchabas tu propia respiración.
Estabas perfectamente solo y anónimo.
A cualquiera le habría tomado meses
comenzar a extrañarte. El escalofrío
hizo que te taparas hasta la barbilla.
Recordaste a los viajeros perdidos del Ártico,
la nieve borrando sus huellas.
No tenías dinero ni posibilidades.
Te dolían los dos pulmones.
No tenías intención de mover un solo dedo
para ayudarte a ti mismo. Eras inmortal.
Afuera el mismo copo de nieve oscura
parecía caer una y otra vez.
Estudiaste las paredes agrietadas,
las manchas de agua como mapas en el techo,
intentando fijar en tu mente sus ciudades y ríos.
Se había detenido el tiempo al anochecer.
Temblabas de solo pensar
en esa gran felicidad.
Versión al español: Brianda Pineda Melgarejo
Incluido en El libro de los dioses y demonios (1990)
The Immortal
Charles Simic
You’re shivering my memory.
You went out early and coatless
To visit your old schoolmasters,
The cruel schoolmasters
And their pet monkeys.
You took a wrong turn somewhere.
You met an army of gray days,
A ghost army of years on the march.
It must have been the slop they ladled you,
The ditch-water they made you drink.
You found yourself again on that street,
Inside that narrow room
With a single dusty window.
Outside it was snowing as in a dream.
You were ill and in bed.
The whole world was absent at work.
The blind old woman next door
Whose sighs and shuffles you’d welcome
Had died mysteriously in the summer.
You had your own breath to listen to.
You were perfectly alone and anonymous.
It would have taken months for anyone
To begin to miss you. The chill
Made you pull the covers up to the chin.
You remembered the lost arctic voyagers,
The snow erasing their footprints.
You had no money and no prospects in sight.
Both of your lungs were hurting.
You had no intention of lifting a finger
To help yourself. You were immortal.
Outside the same darkening snowflake
Seemed to be falling over and over again.
You studied the cracked walls,
The many water-stains on the ceiling
Trying to fix in your mind each detail.
Time had stopped at dusk.
You were shivering at the thought
Of such great happiness.
included in The book of gods and devils, published in 1990.