jueves, 1 de diciembre de 2016

Poema I, Emily Dickinson


I

Semana de San Valentín, 1850

¡Despierten nueve musas, cántenme una divina melodía
desenreden el solemne cordel y aten a mi Enamorado!

Oh la Tierra fue hecha para amantes, damiselas y pretendientes desesperados,
para suspiros y cálidos susurros, armonía nacida entre dos.
¡Todas las cosas hechas van cortejándose, en tierra, mar o aire,
Dios no creó nada sin par, salvo a ti, en su mundo tan justo!
A la novia, sigue el novio, al dos, sigue el uno,
a Adán y Eva, su pacto, a la luna sigue el sol;
La vida pone a prueba el precepto, aquél que lo obedezca será feliz,
Quien no sirva al soberano, en árbol fatídico será colgado.
La grandeza busca la humildad, lo grande anhela lo pequeño,
nada encuentra el que busca, en esta esfera terrestre;
La abeja corteja a la flor; la flor recibe su traje,
invitadas quedan a celebrar la boda cien hojas;
el viento corteja a las ramas, las ramas son conquistadas,
y el padre amoroso exige una virgen para su hijo.
La tormenta camina por la orilla de la playa tarareando una lúgubre canción,
la ola con su ojo absorto mira la luna,
sus espíritus se reúnen, hacen solemnes votos,
él no canta más funestamente, su tristeza ella pierde.
El gusano corteja al mortal, la muerte clama por una esposa viva,
casada con el día está la noche, la mañana con la tarde;
la Tierra es una gentil dama, el cielo un auténtico caballero,
absolutamente coqueta es la Tierra y vano le parece rogar. 
Ahora para la moraleja, para la lectura del juicio,
para entregarte a la justicia y  a un coronel tu alma:
es tu arte un humano célibe, un ser frío y solitario,
marchito y sin compañía, cosechas lo que has sembrado.
¿Nunca tienes horas de silencio, minutos demasiado largos,
o una suma de tristes reflejos y lamentos en lugar de la canción? 
¡Ahí están Sarah, Eliza, Emeline, tan hermosas,
Harriet, Susan y aquella del cabello rizado!
Cegados de tristeza están tus ojos, pero aún puedes ver
seis verdaderas y adorables doncellas sentadas en el árbol;
¡acércate con cuidado al árbol, trépalo audazmente,
y apodérate de aquella a la que amas, sin importar espacio y tiempo!
Después llévala a un bosque verde y construye para ella un refugio,
¡y dale lo que pida, joyas, aves o flores—
entrégale la flauta y la trompeta, haz sonar el tambor—
¡Ofrece al mundo un Buenmañana y marcha hacia la gloria del hogar! 


Emily Dickinson, 1850. 


Versión al español: Brianda Pineda Melgarejo








Valentine Week, 1850


 Awake ye muses nine, sing me a strain divine,
Unwind the solemn twine, and tie my Valentine!

Oh the Earth was made for lovers, for damsel, and hopeless swain,
For sighing, and gentle whispering, and unity made of twain.
All things do go a courting, in earth, or sea, or air,
God hath made nothing single but thee in His world so fair!
The bride, and then the bridegroom, the two, and then the one,
Adam, and Eve, his consort, the moon, and then the sun;
The life doth prove the precept, who obey shall happy be,
Who will not serve the sovereign, be hanged on fatal tree.
The high do seek the lowly, the great do seek the small,
None cannot find who seeketh, on this terrestrial ball;
The bee doth court the flower, the flower his suit receives,
And they make merry wedding, whose guests are hundred leaves;
The wind doth woo the branches, the branches they are won,
And the father fond demandeth the maiden for his son.
The storm doth walk the seashore humming a mournful tune,
The wave with eye so pensive, looketh to see the moon,
Their spirits meet together, they make their solemn vows,
No more he singeth mournful, her sadness she doth lose.
The worm doth woo the mortal, death claims a living bride,
Night unto day is married, morn unto eventide;
Earth is a merry damsel, and heaven a knight so true,
And Earth is quite coquettish, and beseemeth in vain to sue.
Now to the application, to the reading of the roll,
To bringing thee to justice, and marshalling thy soul:
Thou art a human solo, a being cold, and lone,
Wilt have no kind companion, thou reap'st what thou hast sown.
Hast never silent hours, and minutes all too long,
And a deal of sad reflection, and wailing instead of song?
There's Sarah, and Eliza, and Emeline so fair,
And Harriet, and Susan, and she with curling hair!
Thine eyes are sadly blinded, but yet thou mayest see
Six true, and comely maidens sitting upon the tree;
Approach that tree with caution, then up it boldly climb,
And seize the one thou lovest, nor care for space, or time!
Then bear her to the greenwood, and build for her a bower,
And give her what she asketh, jewel, or bird, or flower —
And bring the fife, and trumpet, and beat upon the drum —
And bid the world Goodmorrow, and go to glory home!


Emily Dickinson, 1850. 



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